lunes, 2 de febrero de 2009

INTRODUCCIÓN

En una ciudad como otra cualquiera, sonaba el despertador como en miles de hogares. Camabel, un joven de 30 años se despierta maldiciendo el sonido que día tras día escuchaba. Pulsó el botón llamado "snooze", el cuál le permitía holgazanear más en la cama por unos minutos más. Volvía a sonar, mismas maldiciones hacia el despertador, y pulsaba el mismo botón, por dos veces más, hasta que le daba al botón "off" para acabar con ese sonido tortuoso.

Ya más despierto, besaba a su flamante esposa, deseándole los buenos días, se sentaba en la cama a la vez que se esperezaba y se flotaba los ojos, ayudándolos a abrirse mejor y que éstos se fueran acostumbrando a la luz, que durante unas horas habían permanecidos a oscuras.

Ahora comenzaba el ritual matutino; rescatar del galán que tenía junto a su cama una camisa impecable, de tonos azulados, colocársela y darse cuenta en el último botón que se había saltado uno; vuelta a desabrochar y esta vez abrocharlos uno a uno con sumo cuidado. Enfundarse en unos pantalones tipo "chinos" perfectamente planchados, en tonos beige y agarrado por un cinturón de cuero envejecido. Abría el cajón segundo de su mesita de noche y sacaba unos calcetines llamados de ejecutivos, color marrón. El primer par que sacó se dio cuenta que estaba roído en la puntera, por lo que los tiró al suelo para luego recogerlos y llevarlos a la basura. El segundo par que sacó estaba en perfecto estado, mismo color. Con ellos cubrió sus pies, colocándose a continuación unos zapatos del mismo color que los calcetines.

Ya disfrazado de persona, avanzó hacia la cocina para tomarse un "elixir de espabilamiento" llamado café, lo que lo haría mantenerse despierto durante todo el día. Una vez acabada esa pócima mágica, corrió a besar a sus retoños antes de que estos abrieran los ojos. No había nada más hermoso en su vida que ese momento, despertar a sus hijos con sus besos, sintiendo sus alientos dormidos llenos de inocencia. Una vez éstos despiertos, besaba a su flamante mujer mientras se iba despidiendo para tomar el autobús de las 8.22. Con suerte tomaría un asiento, aunque era los menos días que esto sucedía, ese día pudo ir sentado, eso sí, al lado de una señora que, por el aspecto y fundamentalmente por el olor, llevaba días sin sentir el agua caer por su cuerpo. Tenía una mezcla de fuerte hedor a sudor y colonia barata. Cruzando los dedos para que se bajara cuanto antes ese adefesio humano y poder respirar, se dio cuenta que la suerte no estaba para él ese día, ya que tuvo que aguantarla durante todo el trayecto.

Por fin bajó, por fin respiró, aunque cayó en cuenta de que tendría ese olor, ese hedor en su olfato por buena parte de la mañana.

Apresuró a llegar al bar donde, antes de invernar en su oficina durante todo un día, saboreaba otro "elixir de espabilamiento", por si el efecto del otro se esfumaba. Echaba un vistazo a los diarios del día, ojeando los titulares más llamativos. Pagaba, se despedía y entraba en la cueva llamada oficina. En dicha cueva, atendía mil y una llamadas, buceaba entre montañas de papeles, sonreía a todo aquél que pasaba por su mesa. Era característico su sentido del humor, su amabilidad y su buen hacer. Siempre esbozaba una palabra amable.

Lo mejor era el último cuarto de hora de su estancia en esa cueva. En ese momento establecía un nuevo ritual; alinear todos y cada uno de los documentos que se encontraban en su mesa, colocar todos los capuchones de los bolígrafos y éstos a su vez colocarlos en el lapicero, apagar el ordenador, enchaquetarse y despedirse. Por el camino a la parada del bus, iba suplicando dos cosas, no haber perdido el transporte, y sobretodo, no volverse a encontrar con la señora maloliente de por la mañana. Había días que lo lograba, otros, la suerte se la dejaba en la cueva, y se volvía a encontrar a dicho espécimen.

Cuando volvía a casa, le esperaba unas horas de juegos con los niños, una larga charla con su flamante mujer, picar algo mientras oía de fondo la tele, una ducha calentita y placentera y a taparse hasta volver a escuchar el maldito sonido del despertador.


Continuará.................

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